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Editorial del Programa ECOS del día 22 y 24 de Octubre de 2009

 

Reinventar la calidad de vida

 

Año 2132, lugar: aula de cibernética, personaje: un niño de 9 años, se llama Blas.

Por el potencial de su genotipo Blas ha sido escogido para la clase Alfa. O sea que, cuando crezca, pasara a integrar ese medio por ciento de la población mundial que se encarga del progreso. Entre tanto, lo educan con rigor. La educación, en los primeros grados, de limita al presente: el método de la ciencia y el uso de los aparatos de comunicación. Después, en los grados intermedios, sera una educación para el futuro: que descubra...que invente. La educacion en el conocimiento del pasado todavía no es materia para su clase Alfa.

Esta en penitencia. Su tutor lo ha encerrado para que no se distraiga y termine su deber de una vez.

Blas sigue con la vista una nube que pasa. Quizá es la misma nube que otro niño, antes que el naciera, siguió con la vista una mañana como esta. Y al seguirla pensaba en un niño que también la miro en una época anterior, y en tanto la miraba creía recordar que otro niño y en otra vida...y la nube ha desaparecido.

Ganas de estudiar Blas no tiene. Abre su cartera y saca, no el dispositivo calculador, sino un juguete. Es un Casette.

Empieza a ver una aventura de cosmonautas. Cambia y se pone a ver un concierto de música estocastica. Mientras ve y oye, la imaginación se le escapa hacia aquellas gentes primitivas del siglo XX, a las que justamente se refirió el tutor en un momento de distracción: "Pobres!, como se habrán aburrido sin este Casette!..."

Blas, en su vertiginoso siglo XXII, tiene a su alcance miles de entretenimientos...el Casette admite los mas remotos sonidos e imágenes: transmite noticias desde satélites que viajan por el sistema solar; remite cuerpos en relieve; permite que el converse, viéndose las caras, con un colono de Marte; remite sus preguntas a una maquina computadora (voces, voces, nada mas que voces, pues en el año 2132 el lenguaje es únicamente oral: las informaciones importantes se difunden mediante fotografías, diagramas, guiños eléctricos, signos matemáticos)

En vez de terminar el deber, Blas juega con el Casette. Es un paralelepipedo de 20 x 12 x 3 que, no obstante su pequeñez, le ofrece un variadísimo repertorio de diversiones. Sí, pero el se aburre. Esas diversiones ya están programadas. Un gobierno de tecnócratas resuelve que es lo que debe ver y oír. Blas da vuelta el Casette en las manos. Lo enciende...lo apaga. ¡ Ah, podrán presentarle cosas para que el piense sobre ellas, pero no obligarlo a que piense así o asá!

Ahora, por la derecha de la ventana, reaparece la nube. No es nube: es el mismo que anda por el aire. En todo caso, es alguien como el, exactamente como el. De pronto a Blas se le iluminan los ojos.

- No seria posible - se dice - mejorar este casette, hacerlo mas simple, mas cómodo, mas personal, mas intimo, mas libre, sobre todo mas libre?

Un casette también portátil, pero que no dependa de ninguna energía microelectrónica; que funcione sin necesidad de oprimir botones; que se encienda apenas se lo toque con la mirada y se apague en cuanto se le quite la vista de encima; que permita seleccionar cualquier tema y seguir su desarrollo hacia adelante, hacia atrás, repitiendo un pasaje agradable o saltándose uno fastidioso...Todo eso sin molestar a nadie, aunque se este rodeado de muchas personas, pues nadie, sino quien use tal Casette, pueda participar de la fiesta. Tan perfecto seria ese Casette que operaria dentro de la mente...proyectaría imágenes y sonidos en una pantalla de nervios. La cabeza se llenaría de seres vivos. Entonces uno percibiría la entonación de cada voz, la expresión de cada rostro, la descripción de cada paisaje, la intención de cada signo...Porque, claro, también habría que inventar un código de signos. No como esos de la matemática, sino signos que transmitan vocablos: palabras impresas en laminas cosidas a un volumen manual. Se obtendría así una potentosa colaboración entre un artista literario que crea formas simbólicas y otro artista solitario que las recrea.

- ¡Esto si que será una despampanante novedad ! - exclama - El tutor me va a preguntar: "¿Terminaste tu deber?". "No", le voy a contestar. Y cuando, rabioso por mi desparpajo, se disponga a castigarme otra vez, ¡zaz!, lo dejo con la boca abierta: "¡Señor, mire en cambio el proyectazo que le traigo!"...

(Blas nunca ha oído hablar de su tocayo Blas Pascal, a quien el padre encerró para que no se distrajera con las ciencias y estudiase lenguas. Blas no sabe, que así como en 1632 aquel otro Blas de nueve años, dibujando con una tiza en la pared, reinvento la Geometría de Euclides, él, en 2132, acaba de reinventar el libro.)

 


Mas allá de darme el gustazo de releer a Enrique Anderson Imbert con todos ustedes, quería agregar a este cuento, LA CASETTE, algo que me pareció una réplica, en otro rubro:
Leo que en España una mujer tiene una empresa de pañales 'compostables' .
Pienso: plásticos bio, que se degradan. Pero… -reflexiono- seguimos generando basura.
Pero no!
Los pañales de Bebés Ecológicos … son de tela de algodón! Se lavan y se vuelven a usar! Y los promocionan con la originalidad de que pueden ser utilizados por otros bebés, a lo largo del tiempo…Y la empresa ofrece cursitos de cómo se ponen.
Se calcula que ‘por cada bebé que usa descartables se cortan unos 10 árboles y se generan cuatro toneladas de basura.
María Dolores Rubio montó en 2003 su propia empresa Bebés Ecológicos, una compañía que se rige por valores como la protección de la naturaleza y la apuesta por el comercio justo.
Y María Dolores reinventó el pañal.
Enhorabuena!