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Editorial del Programa ECOS del día 19 de Diciembre de 2015

 

COP 21 y después

 

 

Cerrábamos el programa de la semana pasada en el momento en que los 195 países participantes de la Conferencia Mundial del Clima (COP 21) estaban aprobando el documento final sobre calentamiento global.
El consenso fue mantener la temperatura media del planeta muy por debajo de los 2 grados respecto a los niveles preindustriales, y el compromiso de doblegar esfuerzos para llegar a 1,5 grados para fin de siglo, siguiendo las recomendaciones de los expertos.
El documento final se firmará en abril de 2016 en Nueva York por los miembros de la Convención, y luego quedará abierto durante 18 meses para que cada país lo ratifique internamente. Entrará en vigencia en el 2020, reemplazando al Protocolo de Kyoto.
Los países se comprometen a evaluar en 2018 sus planes de reducción de gases de efecto invernadero. Por lo menos 186 países han presentado hasta la fecha esos planes, lo que representa más del 95% de las emisiones en todo el planeta.
Se establece una revisión cada 5 años de los compromisos voluntarios de cada país, bajo un nuevo mecanismo en el sistema de la ONU, a partir de 2023 para avanzar hacia una descarbonización del planeta. (y acá se intenta abrir más minas de carbón, es cosa de locos).
Por el financiamiento (quién y cómo se cubrirán los costos de la mitigación y la adaptación), se ha acordado que los países con mayores capacidades y responsabilidades históricas den apoyo financiero a los otros países que más sufren las consecuencias del cambio climático. El piso anual es de u$s 100mil millones desde 2020 hasta 2025 y ahí se ve. Pero esa parte clave quedó fuera del "núcleo duro" del tratado, y es situada en el capítulo de decisiones, para evitar entre otros los obstáculos del Congreso estadounidense, en manos de los republicanos. Las potencias emergentes que lo deseen, como de hecho ya ha empezado a hacer China, podrán hacerlo también, de forma voluntaria.
China es el primer emisor de gases de efecto invernadero del mundo, Estados Unidos el segundo, la Unión Europea el tercero, India el cuarto.
No se mencionan los Derechos Humanos en el texto, como pedían los países cuyas vidas y salud dependen de que no aumente la temperatura, y solo se reconoce en el preámbulo la necesidad de proteger a los pueblos originarios y comunidades más vulnerables.
En la segunda mitad del siglo debería llegarse a un equilibrio entre las emisiones provocadas por las actividades humanas y las que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos.
El texto propone limitar el aumento de la temperatura del planeta "muy por debajo de 2 C con respecto a los niveles preindustriales", y "seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5 C".
Eso satisface tanto a los países emergentes, que no quieren comprometer su desarrollo económico, como a los países más vulnerables a los desastres meteorológicos, que exigen un drástico cambio de rumbo energético.
El acuerdo reconoce expresamente la necesidad de promover el acceso universal a la energía sostenible en los países en desarrollo, a través del mayor despliegue de energías renovables.
Y algo interesante, es la enmienda del protocolo de Montreal para incluir la eliminación progresiva de los HFCs (gases que se utilizan en la refrigeración y las espumas) y acciones de la captura y reducción del hollín, para garantizar el derecho a la salud. Justo cuando se firmaba esto, en China estaban desesperados porque no podían respirar, lo habrán visto en las noticias.
Las sombras del acuerdo son varias:
Aprovechar otro país para descontar emisiones en el propio. Esta forma de contabilizar las reducciones de CO2 ha recibido el nombre de "mitigación de transferencia internacional". Se basa en el mercado de bonos de emisiones: los países o las industrias que superen sus límites de CO2 pueden comprar excedentes en un mercado. Así les cierran las cuentas.
Estas medidas significan una profundización en la mercantilización del medio ambiente. Favorecen la especulación y la política frente a los esfuerzos reales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Al conocerse el texto organizaciones sociales y ONGs manifestaron por las calles de París, para mostrar su desacuerdo, considerando que lo acordado es insuficiente para combatir el calentamiento global. Sobre todo en materia de proteger al ambiente del sistema económico imperante, el capitalismo.
Lamentablemente, después de los aplausos y los vivas, este acuerdo no sienta las bases de una verdadera transición energética.