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Editorial del Programa ECOS del día 2 de Julio de 2016

 

Cultivos orgánicos, una cuestión espiritual

 

 

ECOPORTAL publicaba días atrás un artículo que me gustaría que no pase tan desapercibido. La nota decía que una familia japonesa reivindicaba el lado ¨espiritual¨ del cultivo orgánico.
Una familia japonesa que empezó a cultivar flores en 1971 en la localidad bonaerense de Monte Grande y que avanza ahora hacia un emprendimiento orgánico de hortalizas, decía que los “principios espirituales” eran esenciales en relación con la tierra para la producción de los alimentos.
Y que el crecimiento de las plantas que nos alimentarán tienen “un cimiento espiritual” en su relación con la tierra por fuera de los agroquímicos.
Seiki Sasaki el jefe de familia y su esposa Cecilia, también japonesa, fueron entrevistados por Télam y relevados por ECOPORTAL. Y me parece que introducen una dimensión contra la cual al sistema agrícola industrial se le acaban los argumentos. La dimensión espiritual, que está más allá de todo debate técnico.
El agricultor había tenido un problema de salud debido a los agrotóxicos hace unos años, y decidió este otro modo de cultivar la tierra, en sus 40 hectáreas, para obtener alimentos sanos. Ellos se basan en la filosofía de Mokichi Okada, un filósofo compatriota de ellos, que al comenzar el uso de químicos en el campo, allá por los 50 y 60 del siglo pasado, desarrolló un camino diferente con agricultura natural sin fertilizantes, herbicidas ni plaguicidas, fundamentándose en la armonía entre el Fuego, el Agua y la Tierra. Utilización de “buen compost” para abonar los suelos, dejando fluir un circuito biológico en el que interactúan variedades vegetales y animales.
La familia Sasaki forma parte del MOA Internacional, asociación de filosofía y cultura, que quiere “crear una sociedad mejor fundada sobre los principios de verdad, virtud y belleza”. “Tiene que haber más y más productores orgánicos”, dice. “Se trata de la salvación de la humanidad. Nosotros no pensamos en la competencia; tenemos que ser muchos más”.
Quería rescatar esta historia porque introduce ese factor de unidad con la tierra, el factor espiritual que es olvidado en cada metro de tierra cultivada con agricultura industrial.

Antiguo labrador – Armando Tejada Gómez

La tierra estaba de antes, señor.
Iban los ríos como niños potentes ciñéndole el regazo,
lamiéndole la tierna caparazón de greda
con su campana líquida,sus sales planetarias,
iban los ríos solos subiéndose a los árboles,
mojándoles la sombra, procreando los pájaros.

Y la tierra era un ancho territorio, señor,
porque entonces la tierra no era buena ni mala.
Solamente camino.
Luna de la distancia.
Porque entonces la tierra no terminaba nunca
y el pan era un velero de la espiga lejana.

Pero el viento lo sabe,
siembra su siembra unánime,
la desata de noche con los dedos del aire,
su tránsito caliente le deshace los límites,
la libera de tantos oscuros propietarios.
Yo sé, señor,yo he visto la noche sobre el campo,
su condición de estrella, su silencio pesado
y digo que no es cierto que puedan alquilarla,
que le alambren el torso, que le vendan la espalda,
porque la tierra entera pertenece a la noche,
al universo entero, al sudor de la azada
que mueve la fatiga campesina del mundo,
la voluntad labriega como una enorme pala.

Pertenece al que sabe
celebrar la alegría de ver crecer las plantas,
al cómplice del sol, al sembrador callado
que pone la semilla como un semen dichoso
y espera, lentamente, el milagro del agua.
Porque sin esta frente,
sin este rudo brazo,
sin el tiempo a destajo de gastarnos las manos,
quién dará testimonio de la vida en la tierra, quién ha de prepararnos la primavera,
el vino, el fermento gredoso de donde viene el canto.

Por eso yo pregunto, señor:
¿cuándo es el día,
a qué hora, justamente, vamos a rescatarla,
qué hombres vendrán conmigo,
qué canción cantaremos,
qué flores sembraremos dónde está la alambrada?

Digo que este mensaje debe saberlo América,
que no sólo nosotros,
que cada uno lo sepa,
porque hay un continente de tierra sometida,
gordos concesionarios,
carbón comprometido,
hay zonas donde el hambre tutea la agonía
y esclavitud de estañoy cobre de miseria,
hay trigo condenado a los precios siniestros,
petróleo al que amenazan su primavera negra,
naranjas exportadas con todo el sol a cuestas,
hay niños que no encuentran al hombre,
caen antes, se van, sonrisa abajo, muerte abajo,
se pierden entre lo destructivo que cae y se disgrega.

Que no sólo nosotros.
Que cada uno lo sepa.
Golpeo esta guitarra elemental: América,
hasta cavarle al medio un pozo de sonido,
hasta ponerle adentro una zamba furiosa,
mi percusión de sangre, señor, este latido
tan pariente del aire,
tan sol,
tan repartido entre una antigua música de azúcar en nosotros,
para que desde el hombre continental subamos,
almíbar solitario, familia amanecida,
a empujar la esperanza pobrecita,
mestiza,
a desatar las manos de América nativa.

La tierra estaba de antes, señor.
Iban los ríos,
luz con la lengua húmeda,
iban árbol arriba,
a besar el tumulto donde empieza la vida.

Por eso yo pregunto, señor¡cuándo es el día!