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Editorial del Programa ECOS del día 31 de Mayo de 2025

 

Las Pandemias. Introducción del libro de Fernando Valladares

 

 

 

Muy buenas. Tengo en mis manos un libro del amigo Fernando Valladares que han escuchado varias veces en este programa que se llama ¿Qué sabemos de las pandemias? Y usted me dirá: bueno es un tema de salud ¿por qué va a estar aquí en Ecos?
Bueno porque precisamente vamos a ver en el prólogo que hoy vamos a compartir cómo se relaciona la cuestión de pandemias con la cuestión ambiental. Y el resto del libro de a cachitos lo voy a ir leyendo en Calidad en vida porque vale la pena.

Dice Fernando Valladares en el introito, una historia inacabable, que “solo hay dos frenos para el ser humano actual, los límites planetarios y los agentes infecciosos, virus, bacterias, hongos y los zoos fundamentalmente. Y los dos están muy relacionados. Lejos, muy lejos le queda a la humanidad la sensatez para autoalimitarse en un planeta finito.
Habiendo acabado con una buena parte de los predadores y, por supuesto, con los competidores más directos como fueron las otras especies de humanos, al Homo sapiens del siglo XXI solo le frenan las pandemias, el cambio climático y la degradación ambiental que él mismo crea.
Es paradójico que a la especie elegida y a su civilización más tecnificada y gloriosa, cargada de conocimiento y posibilidades, le estén parando los pies las formas más primitivas y elementales de vida, con las que lleva coexistiendo y a las que lleva intentando evitar miles de años. Bendición o maldición, muy difícil de saber. La COVID-19 ha sido la primera pandemia del siglo XXI y por desgracia no será la última.
Nosotros solo porque los patógenos una vez dan con el ser humano no le abandonan nunca, sino porque hubo tanto que aprender que no quisimos ni pudimos aprenderlo todo. Y no me refiero a cuestiones técnicas o científicas sobre virus, contagios y vacunas, que también, sino a cuestiones sociales, humanas, culturales, políticas y emocionales.
Del cóctel de información y sentimientos, de protocolos sanitarios y valores humanos que supuso enfrentar una gran infección global surgieron tantas dudas como avances, tantas luces como sombras. Años después estamos entendiendo algunos efectos raros a largo plazo de la vacunación, como la llamada COVID persistente o crónica que está relacionada con haber padecido la enfermedad.
Diversos equipos científicos y médicos estudian la extraña relación entre recibir una vacuna contra el virus y desarrollar efectos secundarios parecidos a la COVID persistente, algo que se denomina síndrome Long Vax. Hablar de efectos secundarios o adversos de la vacunación contra la COVID-19 habría sido muy contraproducente en el 2021 o 2022, ya que hubiera podido reducir la aceptación de las vacunas.
Y a fecha de hoy es indiscutible que han salvado millones de vidas. Pero, como dice Javier San Pedro, ya es hora de pasar página. Dejarnos influir por el miedo a los efectos impredecibles de las redes sociales no es la mejor estrategia. Bulos y teorías conspiranoicas se contrarrestan con datos, estudios, argumentos e hipótesis.
A nadie le gusta la idea de morir antes de tiempo o de sufrir fiebre y penalidades, pero sin un mínimo equilibrio con el entorno el riesgo es alto. Solemos pagar muy caras nuestras tropelías ambientales. Degradar ecosistemas aumenta los riesgos de zoonosis es decir, de saltos de patógenos animales al ser humano.
La contaminación atmosférica nos perjudica la salud de muchas formas y al menos en dos de ellas intervienen virus y bacterias. Se ha visto que las pequeñas partículas contaminantes llamadas PM 2.5 transportan virus a larga distancia y lo que podría ser mucho peor, contribuyen a aumentar la resistencia bacteriana a los antibióticos.
Esta resistencia que ya genera era más muertes que la malaria o que el sida, se correlaciona significativamente con la contaminación del aire de las ciudades hasta el punto de que se estima que casi medio millón de personas murieron prematuramente solo en el 2018 por la resistencia a los antibióticos inducida por la contaminación atmosférica.
Aún no se conocen bien los mecanismos implicados, pero se han encontrado genes de resistencia a antibióticos viajando en esas partículas PM 2.5. Parecería que los virus y las bacterias nos están mostrando el camino, ya que conservar ecosistemas funcionales y ricos en especies reduce de forma drástica las enfermedades emergentes de nuestro tiempo, las zoonosis.
Del mismo modo, disminuir globalmente la contaminación atmosférica de las ciudades para no sobrepasar los umbrales recomendados por la Organización Mundial de la Salud, reduciría un 16% la resistencia a antibióticos y hasta una cuarta parte de las muertes debidas a esta resistencia para el año 2050.
Quizá podríamos escuchar estos mensajes y mantener en orden nuestro planeta, aunque solo fuera para aplacar el azote de los virus y microorganismos. Los virus y las bacterias nos han hecho lo que somos. Los llevamos muy dentro en nuestros propios genes y son ellos los que siguen desafiando nuestra biología y nuestra ciencia. Son ellos los que nos ajustan al ritmo de un planeta al que le hemos cambiado demasiadas veces el paso.
Si la convivencia con jaguares o tiburones es difícil, si el ser humano solo se lleva bien con esas pocas especies a las que esclaviza o gestiona para su propio beneficio, ignorando o erradicando a la mayoría restante, plantear la convivencia con organismos microscópicos que desestabilizan imperios es poco menos que impensable. Pero más vale que vayamos practicando, porque nos guste o no, la coexistencia con los microbios va para largo.
El lado maldito de los microorganismos es evidente, pero su lado bendito mucho menos nos obvio, puede mejorarnos el humor. Las bacterias no solo nos ayudan a hacer la digestión, sino que establecen una imprescindible comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro. Es muy duro admitir que los necesitamos y más duro aún aceptar que podrían ser cruciales para volver a civilizarnos.
Esta vez, encajando nuestra civilización dentro de los límites naturales del planeta. Cuanto antes lo entendamos y lo admitamos, más dulce será la convivencia con estos seres minúsculos que por mucho que nos empeñemos nunca terminaremos de erradicar”
Esta es la introducción al libro Qué sabemos de las pandemias de Fernando Valladares. Quería compartirlo con ustedes.