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Editorial del Programa ECOS del día 17 de Mayo de 2011

 

Se prohibe el endosulfán. pero de a poquito

 

 

Es un paso significativo que se haya asumido finalmente la peligrosidad del endosulfán. Amerita a mi criterio dos observaciones iniciales:
Una, no se comprende que habiendo evidencia clínica en todo el mundo sobre sus efectos, se deba acudir a un "plan de retiro" paulatino. Cuando un medicamento o un alimento lanzado al mercado se revela tóxico, se realiza una inmediata campaña pública para su decomiso y destrucción, aún cuando haya sido adquirido por farmacias o pacientes.
Desde el sentido común se evidencia que algo similar debiera ocurrir en este caso: ¿Cuántas víctimas más habrá mientras transcurre el tiempo establecido?
El otro aspecto es acerca de lo lento de los procesos: hay en circulación miles de sustancias químicas de síntesis para todo tipo de usos.
Durante los últimos 60 años hemos presenciado cómo algunas de ellas, lanzadas al mundo para uso masivo con augurios de resolver problemas, fueron retiradas del circuito comercial cuando se determinó que mataban, contaminaban o generaban más problemas que soluciones.
Pero desde su lanzamiento hasta su retiro pasaron décadas. Décadas en las cuales murió gente, nacieron malformados, se padecieron cánceres u otro tipo de dolencias.
Los médicos ¿no se animaban a decir que ese paciente doliente era víctima de ese producto?
¿Acaso la industria química es tan pero tan poderosa que puede manipular los tiempos hasta que "se acaben los stocks"?
A este paso, los productos sospechados de ser o cancerígenos o disruptores o etc. ¿Seguirán aprobados y en uso durante décadas hasta que las evidencias sean dramáticas?
Ese poder de las corporaciones químicas es tan enorme? ¿En cuántos muertos/víctimas se contabiliza el fin de un producto?
En nuestro país, el glifosato y su cóctel comercial se encuentra entronado y se acallan en los medios masivos las imparables evidencias sanitarias. Se trata de tapar el sol con las manos, pues las contundentes pruebas se multiplican en el mundo, y empecinadamente aquí se niegan.
Hoy es el endosulfán. ¿Mañana? ¿Puede acelerarse el mañana o no nos dejan?
Y más allá de estas reflexiones, en el imaginario pareciese tratarse de "con qué químico vamos a reemplazar a éste que ha caído en desgracia".
No se trata de sustituir uno con otro, que a la postre, en algunos años, será evidenciado como perjudicial. Se trata de apostar a otro modelo de producción agrícola que devuelva el campo a las prácticas campesinas que muy bien se las podían arreglar sin estas sustancias. Alimentando, no matando gente. Pero no se las podían arreglar sin campesinos.
Quizás de ese modo, no sólo ganaríamos en salud sino que volveríamos a tener un campo sano productor de buena comida para los argentinos, y no de piensos para el ganado oriental o fluidos para los tanques de combustible de los automóviles.-