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Editorial del Programa ECOS del día 5 de Septiembre de 2015

 

OMG en Bolivia y en México. Grandes diferencias

 

 

La Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien en Bolivia
habla de la Contratración de alimentos para el desayuno escolar y programas de nutrición:
La ley de Alimentación Escolar en el Marco de la Soberanía Alimentaria y la Economía Plural promulgada el 29 de diciembre de 2014, en su Art. 7:
“Queda prohibida la contratación de alimentos genéticamente modificados para la Alimentación Complementaria Escolar”.
La Ley 622 indica que los proveedores tendrán que evitar en lo posible el uso de plásticos y polietileno en los envases, para evitar la contaminación y para la protección del medio ambiente.
Hasta hoy el tema transgénicos en Bolivia está suspendido.
Y dicen que hay que promover e incentivar la agricultura y ganadería empresarial siempre y cuando incorporen tecnologías y prácticas que garantizen la capacidad de regeneración de las zonas y sistemas de vida, el incremento de la productividad de carácter diversificado y ecológico, para garantizar la soberanía y seguridad alimentaria.
Queria, además, compartir con ustedes una nota de Silvia Ribeiro, titulada “Guerra sucia contra los pueblos del maíz”. Ustedes saben que en México existe el colectivo “sin maiz no hay país” que viene frenando el ingreso de transgénicos al territorio.
El 19 de agosto 2015, un juez canceló la medida precautoria que desde hace dos años suspende la siembra de maíz transgénico en México en respuesta a una demanda colectiva por los daños que estos granos causan a la biodiversidad y la salud. Pero… la suspensión sigue vigente, ya que su decisión fue inmediatamente apelada por representantes legales de la colectividad de 53 ciudadanos y 20 organizaciones que presentaron la demanda en 2013.
Las trasnacionales de transgénicos desataron un aluvión de comentarios a la prensa asegurando que estaba liberada la siembra.
Monsanto inició una nueva campaña de mentiras, ya que es falso que la siembra de maíz transgénico estuviera liberada. – nos recuerda Silvia Ribeiro en su nota-.
Las mentiras de la empresa de transgénicos no se limitan sólo a los aspectos legales de la demanda. Dedican mucho tiempo y recursos a falsear datos para ocultar lo que realmente pasa con los transgénicos en los países donde su siembra es masiva, como Estados Unidos, país sede de Monsanto.
La realidad, basada en estadísticas oficiales de ese país durante casi dos décadas (no en estudios puntuales financiados por las empresas que toman datos parciales) muestra que los transgénicos son más caros que los híbridos que ya existían, que en promedio su rendimiento es menor y que han provocado un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, con efectos devastadores en suelos, agua, y surgimiento de más de 20 supermalezas resistentes al glifosato. La industria afirma que el maíz manipulado con la toxina Bt disminuyó el uso de agrotóxicos, pero omite explicar que las plagas se han ido haciendo resistentes al Bt, y que luego de una inicial disminución, el uso de agrotóxicos ha ido aumentado cada año.
Las empresas aseguran también que es posible la coexistencia de maíz transgénico con el maíz campesino. Existen múltiples estudios científicos y estadísticas en muchos países que demuestran lo contrario: donde hay cultivos transgénicos, siempre habrá contaminación, sea por el polen llevado por viento e insectos (a distancias mucho mayores de las previstas por las leyes) o por el trasiego en transportes, almacenamiento, puntos de venta, donde no hay segregación de transgénicos y otras semillas.
Legalizar la siembra aumentaría brutalmente esa contaminación que amenaza directamente la biodiversidad y el patrimonio genético agrícola más importante de México, legado por los millones de campesinos e indígenas que lo crearon y lo siguen manteniendo.
En Estados Unidos la contaminación transgénica es omnipresente. Monsanto hizo de ello un negocio: demanda a las víctimas de contaminación transgénica por uso de sus genes patentados, lo cual le ha redituado cientos de millones de dólares en juicios o acuerdos fuera de juicio. Recientemente Monsanto declaró que no va a demandar a agricultores en México. Sería absurdo creerlo. Ya desde 2004, Monsanto publicaba en periódicos de Chiapas avisos que advertían que el que usara ilegalmente sus genes patentados podría sufrir cárcel y multas mayores.
Las trasnacionales mienten cuando afirman que los transgénicos son inocuos a la salud. Lo cultivos transgénicos tienen un nivel hasta 200 veces más alto de residuos de glifosato, herbicida que la OMS declaró cancerígeno en marzo 2015. Y casi cada mes se publican nuevos artículos con evidencia de daños de los transgénicos a la salud o al medioambiente.
Por ejemplo, el 14 de julio de 2015, la revista científica arbitrada Agricultural Sciences publicó una investigación del doctor Shiva Ayyadurai, que muestra que la soya transgénica acumula formaldehído, sustancia cancerígena, junto a una disminución drástica de glutatión, antioxidante esencial para la desintoxicación celular. El estudio analizó 6 mil 497 experimentos de 184 instituciones científicas en 23 países. El estudio pone de manifiesto la invalidez del principio de equivalencia sustancial que se aplica para evaluar transgénicos, alegando falsamente que son equivalentes a los convencionales. Existe gran desconocimiento de cómo la transgenia afecta la biología del maíz y qué impacto tiene en la biodiversidad y en la salud de la población de México, donde el maíz se consume más que en ningún otro país.
La guerra recrudece, pero también crecen las muchas resistencias, como la moratoria popular de no permitir transgénicos en nuestros campos y mesas, y eso, no va a terminar.
Termina diciendo Silvia Ribeiro, investigadora del grupo ETC.