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Editorial del Programa ECOS del día 10 de Marzo de 2018

 

Etiquetan OMG en Uruguay. Revisan pesticidas en comida en Europa. ¿Y aquí?

 

 

Hace poquito, el Servicio de Regulación Alimentaria, del Departamento de Desarrollo Social de la Intendencia de Montevideo, Uruguay, junto a organizaciones de la sociedad civil, informó que se encuentra vigente la normativa departamental que obliga a que todos aquellos productos que contengan ingredientes modificados genéticamente estén debidamente identificados con un sello. Este distintivo será un círculo que con una “T” mayúscula en el centro con el texto “contiene organismos modificados genéticamente”. Y es obligatorio. Para –dicen- que se mejore la calidad de la información a los consumidores, siendo la alimentación adecuada y sana una prioridad para el gobierno departamental.
Cuando leía esto miraba a mi alrededor y veía los alimentos a los que accedemos nosotros: etiquetas diminutas, con letritas ilegibles. Eufemismos del tipo de “conservantes autorizados”, o “derivados de…”. Claro que ni por asomo la etiqueta de si contiene transgénicos o no.
Y estamos de uno y otro lado del Rio de la Plata.
¿Y qué pasa si miramos de uno y otro lado del océano?
España es el país donde más pesticidas se usan, con 78.000 toneladas al año, denuncian desde la campaña 'Hogar sin tóxicos” de la fundación Vivo Sano, quienes denuncian que el actual sistema de seguridad alimentaria de la Unión Europea no protege adecuadamente a la población de los pesticidas, y alerta de que más del 50 por ciento de las frutas y verduras que se consumen en España tienen residuos de estas sustancias químicas que pueden alterar el equilibrio hormonal de quienes las consumen.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria ya en 2014 confirmaba que hasta el 64 por ciento de las mandarinas, el 60,5 por ciento de las naranjas o el 57,6 por ciento de las peras contienen varios pesticidas en una única pieza.
Y lo peor, agregan, es que estos disruptores endocrinos, "no solo están presentes en los pesticidas". Y que nunca se tiene en cuenta el "efecto cóctel" (la ingesta diaria de montones de químicos peligrosos a traves de la comida, el cosmético, las pinturas, elementos de limpieza, el humo) y sólo se centran en el riesgo de exposición a un pesticida concreto en un momento determinado.
El estudio también plantea dudas "muy serias" sobre la fiabilidad de los límites máximos de residuos que se establecen y del uso de "sistemas obsoletos que benefician a la industria".
Por ello, desde la Fundación plantean al Gobierno que tome medidas como ya están haciendo otros países para reducir el uso de estas sustancias químicas en los cultivos. Francia ha puesto en marcha un plan para reducir al 50 por ciento el uso de pesticidas en 2025 y Dinamarca ya ha rebajado la presencia de estos compuestos en un 40 por ciento entre los años 2011 y 2015. Y esto no les ha supuesto ninguna pérdida de competitividad, al tiempo que han ganado en salud pública.
En España, algunas ciudades como Madrid o Zaragoza ya hayan adoptado iniciativas contra los pesticidas y los disruptores endocrinos que, entre otras cuestiones, promueven la presencia de alimentos ecológicos en comedores escolares, empezando por los niños, que son más sensibles a estas sustancias porque sus sistemas de desintoxicación orgánica no están del todo desarrollados y los eliminan peor.
Viendo lo de Uruguay, que etiqueta los transgénicos para dar a sus ciudadanos la libertad de elegir, y viendo las iniciativas europeas que buscan reducir la exposición a tóxicos peligrosos… miramos alrededor y caramba! Un ministro de agroindustria que sigue fomentando la agricultura química. Uno de salud que ni habla del tema. Institutos de epidemiología que no epidemiologizan (suponiendo que se diga asi)… en fin, que estas ausencias, silencios y complicidades siguen asustando. Y siguen enfermando.