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Editorial del Programa ECOS del día 3 de Noviembre de 2018

 

¿Nucleares contra el calentamiento global?

 

 

En El Saltodiario.com de España, se publicó hace poco un trabajo titulado “La nuclear y el cambio climático, no solo una cuestión de CO2”
Y dicen que “la energía nuclear no es una alternativa para combatir el cambio climático. Su dependencia de la minería de uranio, las emisiones asociaciadas a la construcción de centrales y la condena milenaria a gestionar unos
residuos peligrosos son aspectos claves que la industria del sector pretende esconder para mantener sus beneficios.
Es sorprendente cómo los pronucleares intentan apropiarse del discurso contra el cambio climático. Ante la inevitable aceptación del fin de los combustibles fósiles y con ello el cierre de las grandes centrales de carbón, gas y petróleo en las próximas décadas, la única forma de seguir concentrando producción energética que mantenga la estructura del oligopolio energético es a través de las grandes centrales hidraúlicas y la energía nuclear. Así, en esta nueva corriente de lavado verde que lleva a empresas como Gas Natural a renegar de su nombre, parece que presentar la energía nuclear como una solución a largo plazo contra el cambio climático es clave para perpetuar su modelo de negocio.
Esta realidad encuentra los guiños cómplices de una comunidad de políticos que siempre han visto con buenos ojos las soluciones milagrosas. Ante el problema que la humanidad está causando, parece que es mejor buscar las soluciones en milagros tecnológicos que apelar a atajar las malas conductas que nos han traído a la situación actual. Una complicidad compartida con numerosos académicos que abrazan estas posturas pronucleares, pero ante la enorme urgencia del cambio climático no podemos asumir como soluciones tecnológicas aquellas que nos traen enormes problemas durante miles de años cuando ya existen tecnologías viables.
Sovacool, Beerten, Warner and Gabin o van Leeuwen son personas que investigaron cuál es el impacto climático que tiene el ciclo nuclear. Como ha sucedido en numerosas ocasiones, las industrias nucleares han intentado evitar este debate. Una actitud que se perpetúa ya que, como reconocen todos esos estudios, independientemente de su signo pro o anti nuclear, muchos de los datos acerca del ciclo nuclear no son accesibles.
Al revisar los estudios se hace más evidente cómo la afirmación de que las nucleares no emiten gases de efecto invernadero es falsa, ya que procesos como la minería del uranio, la fabricación del combustible, la construcción de la central, su mantenimiento, el desmantelamiento y el tratamiento de los residuos nucleares son actividades emisoras de estos gases. .
En el análisis numérico pasan desapercibidas cuestiones metodológicas muy relevantes. Una de esas cuestiones es el reduccionismo con el que se plantea el análisis de ciclo de vida de la nuclear, especialmente en la construcción donde se recurre en los estudios a una cuantificación de emisiones general, a través de grandes parámetros como los kilos de materiales utilizados, independientemente de la forma en la que se producen, ensamblan y gestionan esos materiales. Sin embargo, los análisis sobre las renovables son mucho más detallados. A través de análisis de ciclo de vida se evalúan todos los procesos relacionados con la fabricación de los mismos. Esta diferencia metodológica beneficia enormemente la huella de carbono de la nuclear ya que, como indican algunos estudios, faltan datos de importantes emisiones como los compuestos fluorados asociados al ciclo nuclear que son enormes generadores de cambio climático.
Otro hecho que se obvia es que estos datos se basan en centrales construidas y amortizadas, en las que precisamente la suposición del prolongamiento de vida de muchas de ellas por encima de su diseño consigue, además de incrementar el riesgo de un accidente, reducir esa huella de carbono nuclear. Tampoco se puede obviar que, a diferencia de las renovables, la tecnología con la que se instalaron es insustituible y las mejoras tecnológicas tienen poca capacidad para implementarse sobre los sistemas ya instalados. Al contrario, la renovable cada día es más eficiente y barata, lo que ha originado que hasta el propio sector nuclear haya admitido en el último informe nuclear mundial que las renovables han ganado la batalla a la energía nuclear. Que mientras estas crezcan, el mundo nuclear empezará a descender hasta su plena desaparición en las próximas décadas.
Esta continuidad del parque nuclear es una pieza clave para que las grandes empresas del oligopolio energético sigan marcando los precios de la electricidad y tomando decisiones energéticas que afectan a toda la ciudadanía.
En resumen, la energía nuclear no es una solución contra el cambio climático, no solo porque sus emisiones son al menos el doble que otras tecnologías renovables, sino porque además pueden excluir la entrada de las energías renovables en el mix eléctrico. Siguen fortaleciendo un sistema energético y tarifario que va en la línea opuesta a la transición renovable.
El cierre de las centrales nucleares según vayan expirando sus permisos es una oportunidad de oro, junto al cierre de carbón, para impulsar la reducción neta del consumo energético y el despliegue de renovables en sistemas de autoconsumo. Ha llegado la hora de jubilar a la energía nuclear.