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Editorial del Programa ECOS del día 11 de Julio de 2020

 

Avatares de una empresa que siempre cae de pie

 

 

“Bayer o la historia de un grupo empresario indestructible” es el título de un informe publicado por la DW de Alemania, y que cuenta que desde la compra de Monsanto hace dos años, el gigante químico alemán Bayer está luchando con el legado de esa adquisición. Pero el acuerdo con los demandantes del glifosato no es el final de la historia, opina el colega de la Deustche Henrik Böhme. ¿Qué dice el amigo?
Que “Bayer, la inventora de la aspirina, empresa farmacéutica y química fundada hace 157 años en Elberfeld al oeste de Colonia, siempre ha tenido una relación muy especial con Estados Unidos. Ya en 1865, dos años después de la fundación de la empresa, Friedrich Bayer adquirió una participación en una fábrica de tinta en el estado de Nueva York. La historia de Bayer en Estados Unidos es azarosa, llena de altibajos, caídas, levantadas y ajustes de todo tipo.
Un vía crucis que comienza ya en 1917, año en el que Estados Unidos se involucró en la Primera Guerra Mundial, cuando Washington confiscó el floreciente negocio de Bayer por considerarla propiedad del enemigo. Después de la guerra, la compañía fue subastada. Entonces, los alemanes también perdieron los derechos mundiales de la marca, la famosa Cruz de Bayer. El capítulo más aciago de la historia de Bayer se produce cuando la compañía era parte de IG Farben, la asesina alianza de fideicomiso formada por Bayer, BASF y Hoechst.
Tras su desmembramiento por los aliados, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Bayer comienza de nuevo en EE.UU., pero sin que se le permita usar su propio nombre. Con el tiempo, se le restituye la marca, y en 1994, que se habían mudado a la ciudad alemana de Leverkusen, pudieron incluso reutilizarla en Estados Unidos. Para entonces, ya se había establecido una red ampliamente ramificada de holdings de la compañía. Y, por último, los alemanes lanzaron una gran jugada con la adquisición del gigante agroquímico estadounidense Monsanto. Bayer puso 66 mil millones de dólares sobre la mesa, la mayor adquisición de una empresa alemana en el extranjero hasta hoy.
Monsanto, es la cabeza de la familia de los "malos" en la agroquímica mundial. Y el miserable que la hace quedar peor aún se llama glifosato, el herbicida clasificado por el Centro Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS como "posiblemente cancerígeno".
Bayer heredó una gigantesca ola de demandas y sufrió varias derrotas en los tribunales. Pero en Bayer es tradición caerse, levantarse, acomodarse el sombrero... y seguir como si nada, no sin dejar de hacer todo por recuperar el equilibrio. El grupo empresario puso entonces en marcha a un ejército de abogados, y he aquí que logró llegar a un acuerdo extrajudicial. Todo esto recuerda al escándalo de Lipobay, en 2001, cuando Bayer tuvo que retirar del mercado de Estados Unidos ese medicamento para reducir el colesterol debido a sus efectos secundarios mortales. También en esa oportunidad, las demandas por daños y perjuicios llevaron a la empresa al borde de la quiebra, aunque, finalmente negoció su salvación. Sin embargo, los 1.100 millones de dólares de esa época parecen una propina comparados con los casi 11.000 millones que tiene que pagar ahora. Ahora Bayer vuelve a ofrecer una novedad: nunca antes una empresa había puesto tanto dinero sobre la mesa de un solo golpe para lograr un acuerdo extrajudicial.
Después del desastre de Lipobay, Bayer reestructuró la compañía, recortó miles de puestos de trabajo, vendió partes y compró otras. En retrospectiva, el escándalo es visto como un catalizador para la nueva fuerza del grupo, que más tarde puede permitirse hacer una gigantesca compra como la de Monsanto. Ahora está por verse qué significa el trato del glifosato para el futuro de la compañía. Un tercio de las demandas aún no han sido resuelto, por lo que puede que aún quede alguna que otra mina por estallar. Los abogados defensores de los consumidores de Estados Unidos son de un calibre diferente a los de Alemania. Volkswagen puede contar algunas cosas de esa historia. El escándalo del diésel le ha costado al fabricante de coches 30 mil millones en EE. UU.; en Alemania, ni siquiera mil millones.
Todo eso lo saben en el departamento jurídico de Bayer, que es probablemente el más grande de la empresa. Pero los inversionistas no confían en el trato todavía. Después de un despliegue inicial de fuegos artificiales, las acciones de Bayer están volviendo a caer. Esta historia continuará.”