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Editorial del Programa ECOS del día 13 de Mayo de 2023

 

Uranio en el agua

 

 

¿Cuántas veces hemos escuchado o dicho que “todo tiene que ver con todo”, en múltiples contextos y circunstancias? En temas ambientales con bastante frecuencia, ya que nuestra atmósfera delgadísima, nuestras napas y ríos interconectados, los mares que no tienen una pared que los separe… Las temperaturas que provocan cataratas de cambios en las vegetaciones, la fauna, los ecosistemas y la salud de las personas, incendios que se producen en un lugar e impactan en la calidad del aire en otros, o vertidos que viajan en cursos fluviales… en fin, que finalmente vamos entendiendo que lo que sucede en un punto de la trama, termina modificando otro en otra parte. ¿El efecto mariposa djo Hollywood, y todos nos reímos porque cómo el aleteo de una mariposa terminará siendo un temporal en el otro lado del mundo?
Una infección en la punta del pie puede terminar con nuestra vida, comprometiendo órganos y sistemas. Un pequeño parásito nos puede dejar ciegos. Y esta realidad en el organismo humano es perfectamente trasladable a los ecosistemas. Y comprobar finalmente que todo tiene que ver con todo.
Hace unos años, comenzó a circular en ámbitos científicos, la hipótesis de que el nitrato, ese compuesto común en fertilizantes y en los desechos animales, puede ser un vehículo para transportar el uranio natural del subsuelo a las aguas subterráneas.
Recordemos que el uranio es un componente más de la corteza terrestre, solo que, como el oro u otros minerales, se halla en mayores concentraciones en algunos sitios que en otros, dando lugar a la mineración. Pero que está bajo nuestros pies, está.
La vida humana se desarrolló en el planeta sobre esa radiación de fondo, adaptándose a ella, pues la radiación natural del uranio y de otros radionucleidos del suelo es sumamente baja.
En 2015, un equipo de la Universidad de Nebraska-Lincoln en Estados Unidos, detectó en agua subterránea, incluyendo la de un acuífero de Nebraska, niveles de uranio de hasta 89 veces el máximo permitido por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos para considerar potable al agua.
Las concentraciones de uranio superiores a ese umbral causan daño renal en los humanos, especialmente si es el agua de bebida habitual. Y allí, en Nebraska, todo mundo bebe agua de acuífero.
Aquel estudio mostró que esos acuíferos estaban, además, contaminados con nitratos, provenientes de las actividades ganaderas y de la fertilización agrícola industrial. Y apareció la sospecha de que el nitrato podía estar promoviendo que ese uranio mineral del suelo, se pase al agua de napa.
En el estudio, se extrajeron muestras de sedimentos del fondo de un acuífero cerca de Alda, Nebraska, para verificar si la adición de nitrato al agua aumentaba la cantidad de uranio arrastrado.
El agua que contenía nitrato, consiguió arrastrar aproximadamente el 85% del uranio, frente a solo el 55% cuando el agua carecía de nitrato.
Con eso han demostrado la capacidad del nitrato para promover el desplazamiento del uranio, ayudados por procesos microbianos de ese tipo de suelo, transforma el uranio, haciendo que pase de una forma sólida básicamente insoluble a otra forma que puede disolverse fácilmente en el agua.
El estudio se ha publicado en la revista académica Environmental Science & Technology. Y nos pone frente grandes incertidumbres: el aumento de los nitratos en suelos agrícolas, ¿empezará a producir la disolución del uranio? ¿Lo llevará a los acuíferos? A nadie se le había ocurrido analizar este aspecto, de los agregados artificiales de fertilizantes de nuestra benemérita agricultura industrial, que año a año echa a balde más y más fertilizante para aumentar, si acaso, el rédito de la producción.
Como decíamos al principio, todo tiene que ver con todo. Sólo que los humanos nos empeñamos en ver la realidad dividida en pequeñas partes y no vemos el concierto total de interrelaciones.