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Editorial del Programa ECOS del día 16 de Septiembre de 2023

 

Irradiación, fukushima y otras yerbas

 

 

Muy buenas. Todo mundo ha escuchado que Japón ha empezado hace un par de semanas a arrojar el agua con al cual trató de enfriar los reactores de Fukushima a lo largo de los últimos doce años. Dice que las arrojará con tritio (elemento radiactivo dificilísimo de quitar del agua) durante 30 años, hacia el Océano Pacífico, entre manifestaciones en contra, rechazo de productos japoneses del mar por parte de China, quejas de Corea y en general, de todo el planeta.
El organismo de control nuclear de la Organización de las Naciones Unidas aprobó el plan de descarte de las aguas residuales radiactivas alegando unanimidad de criterio por parte del comité ad hoc, del cual un par de científicos salieron corriendo a avisar que ellos no. Que ellos nunca. Que no fueron. Una mentira más del mundo del átomo.
TEPCO, la empresa de energía del Japón lleva estimado un costo de remediación de 69.000 millones de dólares a los cuales no han agregado el costo de este procesamiento con el agua. 69.000 millones de dólares, datos oficiales. En este mundo de fantasía de una energía nuclear barata, limpia y segura.
Pero otro de los argumentos que siempre se usan de bandera es que es inocua. Que a bajas dosis tanto gente común como trabajadores nucleares están a salvo.
Pero resulta, que acaba de publicarse un estudio Internacional de Trabajadores Nucleares (INWORKS) el cual, prolijamente publicado, buscó evaluar el efecto de la exposición prolongada a dosis bajas y bajas tasas de dosis a la radiación ionizante sobre el riesgo de cáncer a través de un estudio de cohorte multinacional de 309 932 trabajadores en la industria nuclear en Francia, el Reino Unido y los EE. UU. estimando la tasa relativa de exceso por gray (Gy) de dosis de radiación para la mortalidad por cáncer, excluyendo el cáncer de pulmón y el pleural para asegurarse evidencia indirecta de que la asociación no se confunde con el tabaquismo o la exposición ocupacional al asbesto.
El estudio incluyó 103 553 muertes, de las cuales 28 089 se debieron a cánceres sólidos. La tasa estimada de mortalidad por cáncer sólido aumentó con la dosis acumulada en un 52 % con un retraso de 10 años.
Restringir el análisis al rango de dosis acumulada baja (0-100 mGy) duplicó aproximadamente la estimación de asociación al igual que restringir el análisis a los trabajadores contratados en los años más recientes de operaciones cuando las estimaciones de la dosis de radiación penetrante externa ocupacional se registraron con mayor precisión.
Esta importante actualización proporciona una estimación directa de la asociación entre la exposición prolongada a dosis bajas de radiación ionizante y la mortalidad por cáncer sólido en base a algunas de las cohortes de trabajadores expuestos a radiación más informativa del mundo.
Dicen las conclusiones del estudio (leo): La estimación resumida de la tasa relativa excesiva de mortalidad por cáncer sólido por Gy es mayor que las estimaciones que actualmente informa la protección radiológica, y algunas pruebas sugieren una pendiente más pronunciada para la asociación dosis-respuesta en el rango de dosis baja que en el rango de dosis total. Estos resultados buscan fortalecer la protección radiológica, especialmente para las exposiciones a dosis bajas que son de interés primordial en los entornos médicos, ocupacionales y ambientales contemporáneos. Y para el agua de Fukushima, por supuesto, el agua del lago de Embalse en Córdoba y la cuenca del Ctalamochita.
O sea, toda la actividad nucleoeléctrica, que es evitable, tal como los equipos de radiación para alimentos, para lodos residuales. Nadie habla de evitar la medicina nuclear, cuidado. Pero hay cosas que son evitables y que cada día se develan más peligrosas. Recordemos al premio Nobel George Wald cuando dijo taxativamente que con la radiación, “toda dosis es una sobredosis”.

Fuente: https://www.bmj.com/content/382/bmj-2022-074520