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Editorial del Programa ECOS del día 10 de Mayo de 2025

 

Salmones deprimidos

 

 

 

Cuando a uno le sobra un remedio y se le vence, lo tira a la basura. Si es un jarabe, lo suele tirar al desagote. Pero ¿desaparece porque no lo tengamos delante? Parece poco importante, pero la contaminación farmacéutica ha venido siendo estudiada, porque no sólo es lo que uno tira, sino los efluentes de los que las fabrican y procesan, y aunque parezca mentira, la droga que nuestro cuerpo no metaboliza y sigue de largo y se va con la orina. Hace tiempo se escuchaba acerca de la cantidad de calmantes que tenía el río Támesis, y cómo llegaba por las cloacas. Parecía un caso asilado, pero un trabajo reciente ha estudiado el tema más ampliamente, y tomaron como objeto de estudio el salmón, ese simpático pez que vive en muchas latitudes, en este caso, el Atlántico. Y descubrieron que al pobre pez le caen muy mal las Benzodiacepinas, ansiolíticos psicoactivos que le alteran el comportamiento migratorio.
¿Qué otras cosas altera? ¿En qué otros animales lo hace? No se ha estudiado aun, pero, como vemos, adonde se mete el cuchillo hay un hueso. Analicemos lo que elijamos analizar, zás, salta el problema.
Ampliamente detectado en vías fluviales globales, el clobazam es un fármaco común para tratar la ansiedad. Los hallazgos subrayan las profundas consecuencias ecológicas de los contaminantes farmacéuticos, revelando cómo incluso niveles traza de fármacos psicoactivos pueden alterar comportamientos esenciales de supervivencia en la fauna silvestre.
La contaminación farmacéutica, especialmente en vías fluviales, es una preocupación ambiental creciente que representa una grave amenaza para la biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y la salud pública.
Se han detectado más de 900 compuestos farmacéuticos o derivados de fármacos activos en cuerpos de agua de todo el mundo, incluida la Antártida.
Estos contaminantes, diseñados para atacar vías neurobiológicas y mantener su eficacia en bajas concentraciones, persisten en el medio ambiente, e incluso cantidades traza de fármacos psicoactivos, como antidepresivos y ansiolíticos, han demostrado alterar el comportamiento animal al actuar sobre las vías neuronales y quedan abiertos e inciertos los impactos ecológicos.
Este fármaco ansiolítico se acumulaba en los cerebros de los salmones expuestos, alterando su capacidad para navegar por los pasos de las presas y el éxito general de la migración de río a mar. Los hallazgos revelaron que la exposición al clobazam aumentó el número de salmonetes jóvenes que llegaban al mar, probablemente debido a una menor conciencia de riesgos y una menor conducta de quedarse en grupos y de formación de cardúmenes, lo que aumenta el riesgo de depredación en la naturaleza.
Según los autores, los hallazgos resaltan las complejas consecuencias ecológicas de la contaminación farmacéutica, ya que los cambios de comportamiento inducidos por las drogas psicoactivas pueden favorecer la migración y aumentar la vulnerabilidad a las amenazas naturales.
Nuestros hallazgos, dicen, plantean importantes preguntas sobre cómo la contaminación farmacéutica altera el comportamiento migratorio y la supervivencia en la naturaleza.
¿Qué mundo que nos supimos conseguir, no? Y qué obra de arte el hombre es, decía Hamlet, y qué manera de serruchar la rama en la cual está parado.